¿Desde
un punto de vista filosófico qué se
puede decir sobre la preponderancia entre uno u otro de los contrarios que
aparecen en el título de esta columna?... Quizás el propio Universo, su
historia y sus leyes puedan orientarnos. Después de todo él nos ha hecho como
somos (aportando la materia y la coherencia necesaria para que se pudiera
desarrollar nuestro intelecto) y, en última instancia, cuando formulamos
teorías es el propio Universo, mediante la comprobación experimental de las
mismas, quien nos indica si la teoría es correcta o errónea.
Sabemos
que nuestro Universo se creó con una gran explosión o Big Bang a partir de una
especie de micro vacío cuántico, regido por leyes de la gravedad cuántica que
todavía desconocemos. Esa gran explosión también sabemos que fue
extremadamente ordenada al contrario de lo que son las explosiones que
conocemos, pues en ese momento se creó el propio espacio-tiempo: fue el propio "estallido" del
espacio-tiempo. En cierta forma fue el momento en que se dio cuerda
al Universo y de esa cuerda surgiría todo: las estrellas, las galaxias y
el orden que conocemos, incluso la vida. Pero para llegar a todo esto tuvo que
intervenir, al menos localmente, un impulso destructor (no ser, caos): la
destrucción de las estrellas, y el nacimiento de otras nuevas que aprovechan sus
despojos gracias a los cuales se pudieron ir creando todos los elementos
químicos que conocemos, el carbono, el calcio, el hierro, el selenio, la plata,
el oro, el plomo…Con el hidrógeno primigenio no habríamos llegado al Universo
que conocemos, se han necesitado varias generaciones de estrellas para crear
todos los elementos químicos que conocemos y la complejidad de estructuras que
han dado lugar: Un gran impulso
creador que aprovecha la destrucción a nivel local para seguir escalando en
complejidad y en calidad de creación.
Hasta
tal punto fue ordenada la explosión del Big Bang que la distorsión destructiva
del espacio-tiempo, que tiende a infinito en el interior de un agujero negro,
fue igual a cero en el Big Bang. Es lo que llamamos desorden cero, o dicho con
un término termodinámico, entropía nula. A partir de ese momento la entropía
(la medida del desorden de un sistema) no ha parado de crecer y según la
segunda ley de la termodinámica acabará con la llamada muerte térmica del
Universo, la cuerda recibida en el momento inicial se agotará dando
lugar a un máximo desorden, una especie de equilibrio final, del que no se
podrá recuperar ninguna energía útil.
En
el equilibrio o cerca de él, vemos que no se produce nada interesante, todo es
lineal. Cuando pueden ocurrir cosas sorprendentes es lejos del equilibrio: si
llevamos un sistema lo bastante lejos del equilibrio, entra en un estado
inestable con relación a las perturbaciones en un punto llamado de bifurcación.
A partir de entonces la evolución del sistema está determinada por la primera
fluctuación, al azar, que se produzca y que conduzca al sistema a un nuevo
estado estable. Lejos del equilibrio, la materia se auto organiza de forma
sorprendente y pueden aparecer espontáneamente nuevas estructuras y tipos de
organización que se denominan estructuras disipativas. Aparece un nuevo tipo de
orden llamado orden por fluctuaciones: si las fluctuaciones del ambiente
aumentan fuera de límite, el sistema, incapaz de disipar entropía a ese
ambiente, puede a veces "escapar hacia un orden superior" emergiendo
como sistema más evolucionado.
La
colaboración entre los contrarios, entre el orden y el caos, nos ha llevado al
Universo en el que vivimos, a la propia vida, a los ecosistemas y, en cierta
forma, a las propias organizaciones y sociedades humanas.