Si nuestro futuro depende de un simple aleteo de una mariposa, ¿podemos
asegurar que tenemos un futuro?
Existen sistemas lineales y sistemas no lineales. Los lineales pueden ser representados
por una simple línea, por una recta. Son los sistemas más sencillos de predecir, vemos su
progresión con el tiempo y podemos saber cómo se van desarrollando. Los sistemas no
lineales, en general, son difíciles de predecir y algunos de ellos son muy sensibles a las
condiciones iniciales. Esto quiere decir que “un simple aleteo de una mariposa” puede
desencadenar una serie de realimentaciones capaces de hacer, prácticamente, imposible
la predicción de su desarrollo. El sistema asociado al tiempo atmosférico, el clima, es de
ese tipo, por ello es tan difícil su predicción a largo plazo. Observando un sistema así en
un superordenador podemos apreciar como cambiando un mínimo detalle, en las
condiciones iniciales, desemboca en resultados completamente divergentes.
Atractor de Lorentz |
El primero de éstos sistemas fue descubierto, por casualidad, por el meteorólogo Edward
Lorenz cuando trataba de encontrar un modelo matemático que permitiera predecir el
comportamiento de grandes masas de aire. Consiguió ajustar el modelo a sólo tres
variables que indican cómo cambian la velocidad y la temperatura del aire a lo largo del
tiempo (atractor de Lorenz). Después de haber estudiado el modelo, volvió a introducir los
datos iniciales -esta vez con menos decimales- y el resultado que obtuvo fue
completamente diferente del anterior. Cuando reflexionó sobre los resultados se dio
cuenta que el sistema era extremadamente sensible a las condiciones iniciales: pequeñas
perturbaciones en los datos de partida tienen una gran influencia sobre el resultado final.
Sus ecuaciones captaban la esencia de la verdadera atmósfera. “Aquel primer día
(invierno de 1961) decidió que los pronósticos amplios estaban condenados a la
extinción”. Pero vio más que azar en su modelo del tiempo: una fina estructura
geométrica, orden disfrazado de casualidad.
Para explicar de una manera gráfica – y exagerada - la cuestión se le ocurrió que el
simple aleteo de una mariposa, que no se hubiera tenido en cuenta en los datos iniciales,
podía modificar una predicción hasta hacerla totalmente inviable después de un
determinado tiempo. Para estudiar estos sistemas se requiere de una metodología
diferente. Su estudio se realiza en el llamado espacio de fases, un espacio abstracto en el
que se representan todas las variables dinámicas del sistema. Por ejemplo, un péndulo
simple ideal se vería representado por dos variables, la velocidad y la posición de la masa
suspendida. Su representación podría hacerse en el plano y sería una circunferencia.
Cada punto de la misma representaría dos cantidades, la velocidad y la posición, en ese
momento.
Cuando descubrí estos sistemas no pude dejar de pensar en la propia Historia de la
Humanidad, en la cantidad de pequeños detalles que la han cambiado a lo largo de los
tiempos, y en lo incapaces que somos de gobernarla. Y cada vez somos más, y una
sociedad más y más compleja. ¿Tenemos alguna forma de actuar sobre nuestra sociedad
para conseguir que sea un sistema más estable, más lineal -dentro de lo posible- y
predecible?
Nuestra sociedad a nivel nacional e internacional está formada por individuos, por grupos
de todo tipo y de todos los tamaños, de mayor o de menor poder, relacionándose entre sí.
Es esencial que esas relaciones sean lo más fluidas y respetuosas si queremos una
sociedad lo más estable e inmune al aleteo de la mariposa. Y, simplificando la cuestión,
sólo conocemos una forma, fomentar la justicia y la igualdad, la educación, y el respeto a
la dignidad que merece cualquier persona y grupo… Esa es la única y difícil forma que
tenemos para desligar nuestro futuro del azaroso aleteo. La complejidad de nuestras
sociedades necesita alejar cualquier pequeña turbulencia capaz de alterar situaciones
críticas o peligrosas. Así de difícil lo tenemos: el futuro será justo, igualitario y respetuoso
con nuestra dignidad o, simplemente, no será.
Se pueden intentar atajos, los poderosos los intentan, pero en sistemas tan complejos
como el que representa nuestra propia Historia ocurre como con el tiempo atmosférico:
podemos hacer previsiones a corto plazo y es posible que no nos equivoquemos, pero a
medio o largo plazo no acertaremos. Por eso la infinidad de confabulaciones de las que se
habla, reales o imaginarias, simplemente son inútiles: la complejidad del sistema que
representa nuestra Historia es tal que cualquier cálculo egoísta, lejos de conseguir lo que
se propone puede resultar tan perjudicial o más para el propio confabulador. La
complejidad es el problema, pero esa complejidad nos indica sin lugar a dudas cual es la
solución.
Nota final.- En realidad la situación es todavía más complicada: el que he llamado
sistema de la Historia es un conjunto de sistemas que engloba las interacciones humanas
con el sistema del clima terrestre, con los demás animales (enfermedades, plagas) y con
el propio sistema geológico terrestre (volcanes, terremotos), entre otros. Lo apuntado,
sobre la justicia e igualdad, tendría que derivar en una verdadera conciencia global, con
un sistema político que la complemente y que, finalmente, consiga simplificar las
relaciones entre sus partes y hacerlo más estable.
Post de mi colaboración con la revista de la Asociación del Vedat (Torrent) Valencia.
En memoria de mi madre, Rosa fargueta Roig, que hoy habría cumplido 90 años.