Hola amigos, esta entrada es fruto de mi colaboración con el colectivo DeHavilland (Barcelona). El número 7 del fanzine Clift#7 gira en torno al bucle, la repetición y el infinito como conceptos abstractos que el ser humano difícilmente es capaz de abarcar pero que, por alguna razón, nos fascina ...
"Las nubes
no son esferas, las montañas no son conos, las costas no son círculos, y las
cortezas de los árboles no son lisas, ni los relámpagos viajan en línea
recta". Benoït
Mandelbrot, de su libro
Introduction to The Fractal Geometry of Nature.
La geometría tan intuitiva que nos enseñan en la
escuela, basada en líneas, puntos y superficies (geometría euclídea) supone, en
realidad, un gran esfuerzo de abstracción porque estos elementos idealizados no existen en el
mundo cotidiano. Una línea real o una superficie están llenas de
irregularidades que pasamos por alto para abstraer su esencia y plasmarla en
conceptos más sencillos como recta y plano.
Con los
fractales deshacemos esa abstracción y nos acercamos un poco más al objeto
real. Benoït Mandelbrot, en cierta forma, el "inventor de la geometría
fractal" utiliza el ejemplo sencillo de un objeto real, como son las
costas de los países, para aproximarnos a los fractales. Son líneas quebradas
que siguen teniendo un aspecto parecido cuando cambiamos de escala.
Precisamente estas dos propiedades son las que definen a un fractal: estructura
fracturada, de ahí su nombre, y autosemejanza con el cambio de escala. Medimos
su grado de fractura e irregularidad con un simple número que llamamos dimensión
fractal.
El fractal, como la propia vida, parte de una
especie de "semilla geométrica" que requiere una mínima información y
su estructura se desarrolla por métodos recursivos a partir de ella (bucles). Su
potencia constructiva reside en la iteración de una mínima estructura
geométrica que viene definida por un simple número: su dimensión fractal. Un
fractal clásico es la curva de Koch, matemático sueco que la describió en 1904.
Es como un copo de nieve (se le suele llamar copo de nieve de Koch) y su dimensión
fractal igual a 1,26186... Obedece a una semilla geométrica que consiste en
sustituir un segmento recto “___“,
de medida 3, por cuatro segmentos
quebrados “_/\_”, donde los dos
centrales forman un pico con ángulo de 60 º. A cada uno de estos cuatro
segmentos se le vuelve aplicar la misma iteración y así de forma indefinida. Tanto
las plantas como los animales somos el resultado de un proceso similar, a
partir de la célula huevo de la que procedemos. En el ADN del núcleo se
encuentran codificados sus sistemas vitales y sus órganos, todo lo que será, al
nacer, el nuevo individuo. Pero si toda esa información estuviera contenida de
forma directa y lineal, como se encuentra en un libro, no habría forma de que
la célula original la pudiera contener. Una forma más eficiente sería tener codificada sólo la instrucción que
se debe repetir para formar un órgano, de la misma forma en la que funcionan
los fractales. Y esa es la forma de guardar información a la que ha llevado el fenómeno
de la evolución de las especies.
En
los procesos constructivos de la vida, la naturaleza recrea estructuras
fractales en base a su simplicidad y aprovechamiento máximo de un mínimo de
recursos. En los procesos de rotura y fracturación que conlleva
la formación del paisaje inanimado, la naturaleza al romper estructuras
ordenadas en varios niveles deja ver ese orden en la propia fractura. Los
materiales se rompen porque antes han estado unidos y su cohesión inicial
respondía a unas determinadas características que, también, quedan reflejadas
con la dimensión fractal de la rotura.
“… La naturaleza
y el ser humano pintan con distinto pincel los infinitos cuadros que encierra
el paisaje. La diferencia está en la geometría. Por un lado, la geometría
euclidiana, fría, trazada con tiralíneas por la razón humana, a golpe de
máquina, ya sea ésta un simple arado o una potente excavadora. Por otro, la
cálida y obstinada geometría de la curva y de la bifurcación dibujada
sensualmente por la naturaleza”. Una introducción al mundo de los fractales.
PARQUE de las CIENCIAS. Granada.
La geometría
fractal es una geometría de la naturaleza, mientras que la euclídea, que nos han enseñado desde
pequeños, es artificial y humana. Nos podemos preguntar por qué razón ésta ha “triunfado”
sobre aquella. En realidad, la razón que buscamos la podemos encontrar en la
propia palabra “geometría” que es la conjunción de dos palabras griegas “geo”, tierra,
y “metria”, medida. La geometría euclídea nació, en principio, para medir la
tierra, los campos las propiedades. La línea recta es la más fácil de medir.
Los soberanos necesitaban medir las tierras para saber los tributos que tenían
que pedir, o bien al realizar la compraventa de un terreno se debía saber con
exactitud su medida. Cualquier otra geometría no basada en la recta y en las
figuras geométricas regulares no habría sido nada práctica.
Una línea recta que mida 20 metros es posible
medirla en un momento, con un sencillo instrumento que llamamos metro. Un
fractal que de extremo a extremo mida, también, esos 20 metros puede medir 40,
60, 80 o muchísimo más metros dependiendo de la mínima unidad de medida que
adoptemos. Si para medirlo tomamos una cinta flexible que se adapte bastante
bien a sus irregularidades obtendremos una medida, pero con otra cinta que se
adapte aún mejor conseguiremos otra medida mayor. Si el fractal que queremos
medir fuese un fractal matemático perfecto su longitud, de hecho, sería
infinita, ¡aunque de extremo a extremo midiese 20 metros!
Debido a la autosimilitud, se dice que las estructuras
fractales no varían con la escala a la que se miren. Al
observar las ramas de un árbol advertimos que cada rama vuelve a dividirse en
ramas más pequeñas, y éstas a su vez siguen dividiéndose. Con un rio y sus
afluentes ocurre lo mismo: si lo observamos en su conjunto tiene la misma
estructura que al observar sus afluentes y subafluentes. La geometría de la
vida se funde con la geometría de la tierra en un único paisaje donde predomina
la curva y la ramificación, el paisaje natural generado por la repetición de
mecanismos simples y persistentes.
Los fractales:
- Son objetos esencialmente sencillos, se
generan fácilmente por ordenador. Mediante muy pocas órdenes de programación, y a partir de un número
mínimo de datos (semilla geométrica), se crean verdaderas maravillas de una riqueza y complejidad
extraordinarias. El fractal de Mandelbrot es un ejemplo. Conforme
intentamos ampliar, con medios informáticos, cualquiera de sus partes nos
encontramos con un nuevo paisaje similar al original pero con nuevos y
sorprendentes detalles. Podemos seguir así cuanto deseemos y nos permita la
potencia de nuestro ordenador, se nos seguirá mostrando un nuevo mundo
fantástico, que nunca llega a repetirse, en cada nueva ampliación. Un mundo
surgido casi de la nada, de una sencilla expresión que se encadena y realimenta
con nuevos datos.
La
observación de estos fractales creados por ordenador, nos recuerda siempre a
algún objeto natural desconocido pero cercano, posiblemente, porque esa
economía de medios para lograr complejidad es una característica muy propia de
la naturaleza. Es la estrategia adoptada para lograr la mejor distribución de
los vasos sanguíneos por todo el cuerpo, la disposición óptima del ramaje de
los árboles o de los pliegues del cerebro para conseguir la mayor superficie en
el mínimo espacio.
- Son capaces de ocupar un espacio de mayor
dimensión que su propia dimensión topológica (o aparente). De
hecho, la dimensión fractal siempre superior a la aparente mide esa capacidad
del fractal: una línea que, lógicamente, tiene una dimensión unidad puede
ocupar por completo un espacio de dos dimensiones como es un plano, por
ejemplo. Es el caso del movimiento browniano o aleatorio, de dimensión fractal
2. Una superficie completamente plana tiene dimensión 2, pero si la arrugamos
es capaz de ir ocupando más y más la tercera dimensión hasta poder ocupar un
espacio de tres dimensiones. Lo lineal es incapaz de "salirse" de
su dimensión: una línea recta sólo se puede transformar en otra línea recta, la
recursividad no la lleva a nada nuevo ni diferente. A un plano perfecto le
ocurre lo mismo, la recursividad lo hace volver, infinitamente, sobre sí
mismo sin ninguna posibilidad de transformación, pero la no linealidad de un
fractal es capaz de descubrirnos mundos de infinita complejidad a base de una
simplicidad reiterada.
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Clift#4: Hez |
- “Esconden" de forma natural parte de su magnitud: una superficie
arrugada o una línea muy irregular y
retorcida pueden esconder su verdadera superficie o longitud en varios órdenes
de magnitud. La superficie de nuestros pulmones tiene una dimensión fractal de
alrededor de 2,7, es decir cerca de 3, y mide alrededor de… ¡100 metros
cuadrados! La corteza cerebral humana con una dimensión fractal de 2,8 supone, también, una optimización del espacio
craneal existente. Si la naturaleza nos hubiera construido con geometría
euclidiana o lineal tendríamos una cabeza inmensa, para poder alojar esa misma
corteza cerebral lisa, sin arrugas. Lo mismo ocurriría si consideráramos toda
la superficie pulmonar necesaria o la red vascular: arterias, venas y capilares.
Seríamos una especie de monstruos ineficientes e inviables condenados a
desaparecer.
El orden lleva asociado un grado importante
de predicción, al caos le sucede lo contrario. Los sistemas lineales,
representan el orden, son predecibles y cómodos de manejar, de
ahí nuestra tendencia a generalizarlos. Ante un sinfín de situaciones
generalizamos, proyectamos los datos del presente para tratar de averiguar un
comportamiento futuro y casi siempre nos va bien. Pero existen sistemas que se
resisten: pequeñas variaciones, incertidumbres, en los datos iniciales
desembocan en situaciones finales totalmente descontroladas e impredecibles.
Son los llamados sistemas caóticos.
El estudio de estos sistemas se realiza en el
llamado espacio de fases, un espacio abstracto en el que se representan todas
las variables dinámicas del sistema. La representación de los sistemas caóticos da
lugar a unas figuras geométricas llamadas atractores extraños que son en
realidad fractales. El primero de éstos fue hallado, por casualidad, por el
meteorólogo Edward Lorenz cuando trataba de encontrar un modelo matemático que
permitiera predecir el comportamiento de grandes masas de aire. Cuando
reflexionó sobre los resultados se dio cuenta que el sistema era extremadamente
sensible a las condiciones iniciales: pequeñas perturbaciones en los datos de
partida tienen una gran influencia sobre el resultado final. El atractor
captaba la esencia de la verdadera atmósfera.
Vio más que azar en su modelo del tiempo: una
fina estructura geométrica, orden disfrazado de casualidad. Para explicar de
una manera gráfica – y exagerada - la cuestión se le ocurrió que el simple
aleteo de una mariposa, que no se hubiera tenido en cuenta en los datos iniciales,
podía modificar una predicción hasta hacerla totalmente inviable después de un
determinado tiempo (el efecto mariposa).
Los
fractales, sencillas estructuras no lineales y autosemejantes definen la
esencia de la forma de las montañas, de los ríos, del ramaje de los árboles, de
los pliegues de nuestros pulmones o de nuestro cerebro. Los encontramos,
también, en las propias entrañas del impredecible tiempo atmosférico, en
el simple aleteo de una mariposa capaz de cambiar el tiempo atmosférico a miles
de kilómetros, y en una infinidad de procesos no lineales que necesitan del “bucle
fractal” para desarrollarse en toda su riqueza, desde la absoluta simplicidad.
Como decía Mandelbrot, fueron tomados como monstruos cuando nacieron de
brillantes mentes matemáticas a finales del siglo XIX, pero su apariencia,
contraria a la intuición, se ha convertido en un instrumento indispensable para
aprehender la realidad que nos rodea.